Arribem a l'última setmana de juliol i a l'últim article presentat per un alumne del Màster en Lied de l'ESMUC; la Leyre Sáenz de Urturi ens parla de Der Wanderer, D. 493, de Franz Schubert, i ha triat com a a il·lustració musical la versió de Dietrich Fischer-Dieskau i Gerald Moore. Gràcies, Leyre!

Der Wanderer über dem Nebelmeer - Caspar David Friedrich
Caminant damunt un mar de boira - C.D. Friedrich
 

Este lied, fue compuesto por Franz Schubert en octubre del año 1816 para voz y piano. Fue publicado por encargo de Cappi y Diabelli el 29 de mayo de 1821. Dedicado "con respeto" a Johamm Ladislaus von Pyrker, Patriarca de Venecia. El poema fue escrito por Georg Philipp Schmidt von Lübeck y pertenece al Op.4, agrupado en tres lieder: Der Wanderer, D.493, Morgenlied, D.685 (con poema de Zacharias Werner) y Wandrers Nachtlied I, D.224 (con poema de Johann Wolfgang von Goethe).

El poema describe los sentimientos de una persona que se siente extraña en cualquier lugar, allí a donde va no encuentra su tierra. La figura del Wanderer ha tenido una larga historia en la literatura europea, y ha significado diferentes cosas para diferentes escritores. En este caso, hace referencia al caminante que vaga sin fin por el mundo, solo y sin hogar. Pero también pudo haber tenido en mente a quienes vagaban por el campo sintiéndose alienados y sin hogar como resultado de haber sido desplazados por los efectos de la explosión demográfica durante la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente en las áreas rurales.

Lied escrito en la tonalidad de Do sostenido menor con anotación de tempo Sehr langsam, muy lento (𝅘𝅥 = 63). El color triste y oscuro de la tonalidad junto con la escritura pianística de los seis primeros compases sitúa a nuestro caminante en una atmosfera vaporosa, lejana, que llega desde las montañas. Esa atmosfera la crean los tresillos de la mano derecha, en pianíssimo, sin ser para nada un efecto rítmico. En cambio, en la escritura de la mano izquierda del piano se puede observar el cansancio de nuestro caminante, como cada primera redonda acentuada de cada compás, es una zancada costosa de este caminante. Por no hablar del registro, registro grave y oscuro como síntoma de pesadez y desolación.

Mediante escritura rítmica de la entrada de la voz Schubert pretende imitar el hablada de este caminante que baja cansado de la montaña. En cada frase, la relación entre texto y música es evidente. Es tanto así, que en el compás 11 aparece escrito el primer forte del lied en el mismo instante en el que el mar ruge, con esa necesidad de repetirlo dos veces y cada vez con mayor dinámica y mayores tensiones armónicas. Todo ello acompañado por las maravillosas sonoridades de las consonantes de la lengua alemana: el mar ruge, braust. Pero el pobre extranjero se pasea por el camino silencioso en la segunda frase, y con ello el dibujo rítmico de la mano derecha del piano no descansa pero le dibuja esa pasarela silenciosa y poco alegre al caminante, con diálogo incluido en el compás 18.

En esta primera sección, mediante la escritura pianística, Schubert logra una gran sensación de unidad pero a la vez de transformación pese al incesante tresillo caminante; gracias a ella, en cada momento refleja el estado de ánimo triste e inquieto de nuestro protagonista.

¿Dónde?, ¿dónde? Se pregunta. Suspira mediante intervalo desesperanzador del compás veinte y los sutiles floreos de la voz.

El silencio da comienzo a una segunda sección más tranquila y descriptiva. Descripción negativa de las cosas que acaba con el caminante sintiéndose extraño en todas partes. Además, con el parón de la escritura rítmica del piano la frase de la voz se estira cada vez más.

Etwas geschwinder. Algo más rápido, señala Schubert en la nueva sección. ¿Dónde estás?, ¿dónde estás, amada tierra? La incertidumbre y desolación por la tierra nunca hallada se transmite en el nerviosismo dibujado por el ritmo tanto en el canto como en la respuesta del piano. Hasta llegar en el compás 41 al deseo de la tierra anhelada con un toque estilístico de danza vienesa.

Oh tierra, ¿en dónde estás?. Tras una progresión armónicamente tensa con muchas ganas de llegar a algún lugar, éstas palabras desesperantes y la respuesta incierta del piano, se llega a la recapitulación del camino que ha recorrido nuestro extranjero. Un camino que se vuelve a crear tras la resolución de la apoyatura del compás 57 mediante la que se repite la pregunta: ¿dónde?. Pero el extraño no encuentra respuesta. La escritura pianística vuelve a adentrarle en el camino silencioso, poco alegre, junto con el patrón rítmico del principio. Hasta que finalmente, una, voz fantasmal le habla desde la lejanía, con una escritura más simple y vertical, y le dice: "En donde no estás, allí está la dicha". Después de haber creado esa atmosfera con un registro grave de la voz y figuras rítmicas más largas, el piano cierra el lied mediante dos compases y su respiración anacrúsica como resignación.

 
 
Der Wanderer
 

Ich komme vom Gebirge her,
Es dampft das Tal, es braust das Meer.
Ich wandle still, bin wenig froh,
Und immer fragt der Seufzer: wo?

Die Sonne dünkt mich hier so kalt,
Die Blüte welk, das Leben alt,
Und was sie reden, leerer Schall,
Ich bin ein Fremdling überall.

Wo bist du, mein geliebtes Land?
Gesucht, geahnt und nie gekannt!
Das Land, das Land, so hoffnungsgrün,
Das Land, wo meine Rosen blühn,

Wo meine Freunde wandeln gehn,
Wo meine Toten auferstehn,
Das Land, das meine Sprache spricht,
O Land, wo bist du?

Ich wandle still, bin wenig froh,
Und immer fragt der Seufzer: wo?
Im Geisterhauch tönt’s mir zurück:
„Dort, wo du nicht bist, dort ist das Glück!“

De la montaña vengo,
el valle humea y ruge el mar,
camino silencioso, poco alegre,
y mis suspiros preguntan: ¿dónde?

El Sol parece aquí tan frío,
las flores marchitas, la vida avejentada,
y lo que dicen, vacío sonido,
soy un extraño en todas partes.

¿En dónde estás, amada tierra,
buscada, anhelada y nunca hallada?
La tierra de la verde esperanza,
la tierra en donde florecen mis rosas,

donde se pasean mis amigos,
donde mis muertos resucitan,
la tierra que habla mi lenguaje,
oh tierra, ¿en dónde estás?

Camino silencioso, poco alegre,
y mis suspiros preguntan: ¿dónde?
Una voz fantasmal resuena:
“Allá donde no estés, está la dicha.”