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Recordeu que el primer dia us vaig dir que a Liederabend també hi teníeu cabuda si no us agrada el lied? Doncs aquí tenim una col·laboració de l'Alicia Cano per demostrar-ho. Gràcies, Alicia!


Aleko i Zemphira a la llum de la lluna - M. Chagall
Aleko i Zemphira a la llum de la lluna - M. Chagall
 
No me gusta el lied. Así nos vamos poniendo en situación. Amo la ópera y la música sinfónica con locura, son casi una necesidad vital para mí, pero el lied me resulta un tanto extraño, terra incognita.

Entonces mi mejor amiga me sugiere que puedo aportar algo a este exquisito blog y yo pienso que soy la persona menos indicada para hacerlo. Pero una tarde me planto delante del ordenador y salen estas líneas.

No me gusta el lied. Y sin embargo…

Un día, hace mucho tiempo, escuché una canción. La obra de la semana en Clásicos Populares, imaginad. Me pareció tan bella, tan increíblemente hermosa, que procuraba salir de trabajar todos los días a la misma hora para que me diera tiempo a escucharla en la radio del coche. Después no paré hasta encontrar el disco, que estaba descatalogado en España y me costó un triunfo. Internet no daba tantas facilidades por entonces.

El resto del disco (Melodías francesas, con Barbara Hendricks) fue una completa decepción. Pero esa canción, Si mes vers avaient des ailes (Si mis versos tuvieran alas), de Reynaldo Hahn, me lleva a otro mundo. Un mundo donde el poeta (Víctor Hugo) sueña en la distancia con su amada y, dulcemente, desgrana unos versos como caricias. La música que dará alas a esos versos es igual de tenue, para que nada perturbe la paz de esta noche. Las tres estrofas utilizan casi la misma melodía, pero la segunda y la tercera acentúan la subida al agudo en el segundo verso, como si el amante pudiera contener solo a duras penas la excitación ante el encuentro con el que sueña.

El final de la canción es sobre la tonalidad, un final cerrado, estable, consonante. El poeta cierra los ojos y deja que su canción fluya como un beso hacia su amada. Una canción que es como una gotita transparente de música.

Eso es lo que me pasa con el lied. Escucharé diez, cien canciones, y, bueno, sí, no está mal. O, bueno, más bien no, no me gusta. Pero un día, el día menos pensado, escucharé una canción. Otra canción que llevará concentrada toda la esencia, la magia de la música. Porque eso es el lied, sencillamente. La música desprovista de todo artificio, de todo adorno, de toda complejidad formal. De hecho, la estructura clásica del segundo movimiento de una sinfonía, A-B-A, se suele denominar “forma de lied”.

El lied, sin instrumentación, sin colores orquestales. Sin espacio para alharacas ni acrobacias vocales. Quítese todo eso, y cada sílaba, cada acorde del piano, cada silencio del cantante cobrarán un sentido. Lujo imposible de disfrutar en obras mayores porque hablan otro lenguaje, ni mejor ni peor, sino distinto.

Dicen que el lied se paladea, pero yo no puedo. Me consume la impaciencia y eso me impide disfrutar del placer íntimo de la canción. O tal vez no. Tal vez mi forma de disfrutar del lied sea oir, que no escuchar, diez, cien canciones sin que me digan nada y de pronto sentir que el mundo se para. De pronto, un día, escuchar una canción.

Escuchamos Si mes vers avaient des ailes, no en la voz de Hendricks, sino de Susan Graham con Roger Vignoles al piano.

Si mes vers avaient des ailes 
 

Mes vers fuiraient, doux et frêles,
Vers votre jardin si beau,
Si mes vers avaient des ailes,
Comme l'oiseau.

Il voleraient, étincelles,
Vers votre foyer qui rit,
Si mes vers avaient des ailes,
Comme l'esprit.

Près de vous, purs et fidèles,
Ils accourraient nuit et jour,
Si mes vers avaient des ailes,
Comme l'amour.

Els meus versos fugirien, dolços i febles,
cap al teu jardí tan bell,
si els meus versos tinguessin ales,
com l'ocell.

Volarien, espurnejants,
cap a la teva llar que riu,
si els meus versos tinguessin ales,
com l'esperit.

A prop teu, purs i fidels,
acudirien, nit i dia,
si els meus versos tinguessin ales,
com l'amor.

 

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